sábado, 1 de enero de 2011

LA DESOBEDIENCIA CIVIL COMO FORMA DE CONTRAPODER.

 
Reflexión a propósito de la lectura de
El príncipe, de Nicolás Maquiavelo

MAX. LUGO

 El Príncipe, en el que entre otros aspectos Maquiavelo destaca el acto de poder como fundamento del Estado, es decir como la imposición del dominio de quien lo detenta respecto de los gobernados, aun con el uso de la fuerza mediante la violencia o inclusive la crueldad, sin importar si resulta o no moralmente condenable siempre que sea oportuno y que parezca justo aunque no lo sea, me hizo pensar en la oposición del poder; esto es, en el contrapoder.

Entiendo el contrapoder, no como el ejercicio de otro poder del mismo género al que se refiere Maquiavelo, sino al poder no impuesto a la voluntad de otro; no al dominio, sino al impedimento de que el Estado domine y aplaste al gobernado. Esto es, como la capacidad de llevar a cabo actos que lo protejan de la intromisión del poder, cuando considere que éste resulta arbitrario y moralmente condenable, con el propósito de detener la violencia, la injusticia e incluso la crueldad de que se haya investido.

El ejercicio del contrapoder –como yo lo concibo-- no cosiste en que la masa, que no el pueblo, lleve a cabo actos como una turbamulta contra la imposición del poder, consistentes en toda clase de desmanes en perjuicio del propio Estado o de particulares; tampoco participando en actos guerrilleros o terroristas, sino como el ejercicio del pueblo organizado, creando un poder al servicio de un valor común, en donde lo que interese no sea el acceso al poder público, sino el despertar de la conciencia de la sociedad civil contra el poder injusto y cruel. Aunque no ignoro que se pueden adoptar formas violentas de manera extraordinaria --en no pocas veces provocadas por el propio Estado--, las cuales sólo tendrían como justificación el restablecimiento del orden democrático cuando se hubiere perdido.

Así, el contrapoder debe tener como características: a) no ser impositivo de una voluntad propia; b) ser general como manifestación del pueblo y c) no violento. Es decir, el contrapoder ha de acudir al valor para encontrar su justificación, y ésta requiere del poder como acción pacífica del pueblo para realizarse.

Una de las formas de contrapoder, tal vez la más conveniente, no puedo afirmar que la más eficaz, es la resistencia o desobediencia civil. Es a Henry David Thoreau, filósofo americano nacido en Concord, Massachusetts el 12 de julio de 1817, a quien se debe la forma de contrapoder que me ocupa.

Cuando el Presidente James Polk declaró la guerra a México, el 13 de mayo de 1846, el pueblo americano fue obligado a pagar un impuesto para sufragar los gastos que en ella se erogaran; fue entonces cuando Thoreau se opuso a dicho pago manifestando “… el pueblo norteamericano tiene que cesar de tener esclavos y de hacer la guerra a México, aunque le cueste su existencia como pueblo” y tras salir de la cárcel por su desacato después de que una mano amiga enteró el impuesto omitido, escribió su ensayo Desobediencia Civil.

Tal vez, Thoreau al negarse a contribuir al sostenimiento de los gastos del ejército de su país, tuvo presente la frase de Karl Von Clausewitz : “La guerra es la continuación de la política por otros medios”, contenida en el tratado sobre estrategia y táctica militar,“ De la guerra”, publicado en 1832.

El pensamiento de Thoreau ha servido de inspiración, entre otros, a Mahatma Gandi y a Martin Luther King, Jr. en las obras que emprendieron al servicio de sus pueblos. También a quienes se opusieron a la guerra de Vietnam y a la invasión soviética de la entonces Checoeslovaquia; en Argentina y en Brasil, a los que se manifestaron con cacerolazos y las protestas de los sin tierra, respectivamente. En Francia, a cuantos lucharon y luchan contra la represión de los inmigrantes, así como a los ecologistas que han expresado sus manifestaciones en diferentes ciudades del mundo frente a la OCD.

México, que le debe a Thoreau una muestra de gratitud (tal vez jamás expresada), por la defensa indirecta por la paz, que hizo con su acto de desobediencia civil, al negarse a pagar el impuesto para mantener al ejército de su país en el nuestro, también ha hecho uso de la resistencia civil a través de parte de sus ciudadanos; verbigracia, en el año de 1986 el Partido Acción Nacional lo hizo en el Estado de Chihuahua, contra lo que estimó fue un fraude electoral en la elección para gobernador de ese estado; en 2001 en San Salvador Atenco y en 2006 la APPO convocó a la resistencia civil ----con resultados severamente cuestionables----, a virtud del desalojo de maestros que realizaban un plantón en la ciudad de Oaxaca.

Thoreau, al proponer la resistencia civil, no postula propiamente una anarquía sino un gobierno que menos gobierne, con miras sí, a que no lo haga para que el pueblo sufra abusos y corrupciones de su parte; es decir, aspira a que el pueblo goce de un gobierno mejor. En principio, sostiene, que debe carecer de ejército regular (actualmente hay sólo 25 países en el mundo que carecen de ejército, entre los que pueden citarse Costa Rica y Panamá), y al efecto señala: “cuando los hombres estén preparados para él, éste será el tipo de gobierno que todos tendrán. El gobierno es, bajo óptimas condiciones nada más que un recurso, pero la mayoría de los gobiernos suelen ser, y a veces todos los gobiernos son inoportunos.”

Manifiesta que es al pueblo norteamericano propiamente y no al gobierno, a quien se le debe la libertad del país, la colonización del oeste, la educación y de todo cuanto se había realizado en los Estados Unidos hasta la época en la que él vivió; postula un gobierno cuyo poder esté verdaderamente en manos del pueblo, y señala que la razón por la que se permite que una mayoría mande por mucho tiempo no es porque ésta tienda más a estar en la correcto, ni porque esto parezca más justo a la minoría, sino porque físicamente es más fuerte. Empero, que un gobierno donde la mayoría manda en todos los casos, no puede basarse en la justicia, ni siquiera hasta donde los hombres la comprendan.

Thoreau señala con acierto, que la ley no es garantía de justicia, al expresar que “la ley jamás hizo a los hombres ni un ápice más justos” y lo que es más grave aún, que “gracias a su respeto por ella hasta los más generosos son convertidos día a día en agentes de injusticia”. Pone como ejemplo de esto último, a los soldados en todos sus respectivos rangos que marchan al frente de guerra contra su voluntad, sirviendo al Estado no como hombres, sino como máquinas con sus cuerpos; sin embargo, dice, se les tiene por buenos ciudadanos.

Agrega, “otros -como la mayoría de los legisladores, políticos, abogados, ministros y funcionarios- sirven al Estado principalmente con la cabeza, y así como raras veces hacen una distinción moral, se prestan, sin proponérselo, a servir tanto al demonio como a dios. Muy pocos -como héroes, patriotas, mártires, reformadores en amplio sentido, y hombres- sirven al Estado también con su conciencia, por lo tanto necesariamente en su mayor parte le resisten, y comúnmente el Estado los trata como enemigos. Un hombre sabio sólo como hombre será útil y no se prestará a ser arcilla, ni a tapar un agujero para que no pase el viento sino que al menos dejará ese oficio a sus cenizas.”

Con relación a la observancia de las leyes, Thoreau justifica la desobediencia civil de su acatamiento al expresar lo siguiente: “Existen leyes injustas: ¿debemos conformarnos con obedecerlas o, debemos tratar de enmendarlas y acatarlas hasta que hayamos triunfado o, debemos transgredirlas de inmediato? Los hombres en general, bajo un gobierno como éste, piensan que deben esperar hasta convencer a la mayoría para modificarlas. Piensan que si resisten, el remedio sería peor que la enfermedad. Pero es el gobierno quien tiene la culpa de que el remedio sea peor que la enfermedad. El gobierno lo empeora. ¿Por qué no es más capaz de anticiparse y prever para lograr reformas? ¿Por qué no aprecia a su sabia minoría? ¿Por qué llora y se resiste antes de ser herido? ¿Por qué no alienta a sus ciudadanos a estar alertas para señalarle sus faltas y así poder actuar mejor? ¿Por qué siempre crucifica a Cristo, excomulga a Copérnico y a Lutero y declara rebeldes a Washington y a Franklin?”

En tanto que respecto del Estado represor se expresa así:”…si el Estado jamás confronta intencionalmente el sentido intelectual general del hombre, sino sólo su cuerpo, sus sentidos. No está armado con ingenio ni honestidad superior, sino con fuerza física superior. Yo no he nacido para ser obligado. Respiraré a mi propia manera. Veamos quién es el más fuerte. ¿Qué fuerza tiene una multitud? Sólo pueden forzarme quienes obedecen una ley superior a mí. Me obligan a llegar a ser como ellos. No sé de hombres que sean obligados a vivir de tal o cual manera por masas de hombres. ¿Qué clase de vida sería esa?...”; y con relación al gobierno señala que no le interesa y que por ello, le concede mínimos pensamientos ya que “Si un hombre es de libre pensamiento, de libre fantasía, de libre imaginación, eso que nunca parece existir por mucho tiempo para él, mandatarios o reformadores imbéciles no pueden interrumpirlo fatalmente”.

Es decir, nos enseña que el poder del Estado a través de sus gobernantes ha de ser contrapuesto con el poder mental del gobernado. Esta es para mi, la forma más importante de resistencia civil que en el caso singular del gobernado podría considerarse propiamente como una objeción de conciencia; sin embargo, si ese pensamiento singular tiene efecto multiplicador contra la fuerza de un Estado, se está en presencia de una auténtica resistencia civil.

En 1961 Hugo Adam Bedau elaboró una definición de resistencia civil independientemente de su justificación política o ética, que consiste en una acción de protesta colectiva, moralmente fundamentada, pública, ilegal consciente y pacífica, que violando normas concretas, busca producir un cambio parcial en las leyes, en las políticas o en las directrices de un gobierno; esta definición ha sido adoptada posteriormente por Rawls y por Habermas.

En cambio, Joseph Raz afirma que en los regímenes democráticos, la desobediencia civil además de ser una conducta ilícita, es moral y políticamente reprobable; funda su posición en que en estos sistemas existen vías para la participación política, el control del ejercicio del poder y la reivindicación de derechos ciudadanos. Por lo que es sólo en el Estado no liberal en donde la justifica.

A manera de conclusión, considero que como a menudo la desobediencia civil es el único medio con el que cuenta el gobernado frente al Estado, que le pretende imponer y le impone su voluntad, en no pocas ocasiones con la complacencia y tolerancia de los propios representantes populares, se debe incentivar y fomentar por los ciudadanos esa forma de contrapoder, con independencia que se trate de estados cuyos regímenes sean o no democráticos.

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